7 de junio de 2010

"por un feminismo sin mujeres" - idas y vueltas de un debate

por Morgan Ztardust - http://lasurrealisma.blogspot.com
(extracto de un debate acerca de la propuesta y la iconografía utilizada por el "Segundo Circuito de Disidencia Sexual" que se desarolla en la lista de correos de RIMA - http://www.rimaweb.com.ar/)


Considero que no hay UN feminismo, y yo, en todo caso, políticamente, me encuentro más cercana a las premisas (post) feministas de la CUDS, que a los feminismos tradicionales fundados únicamente en la clausura normativizante de un supuesto de sujeta mujer, que deja fuera (literalmente, abandona y niega) otras posibilidades identitarias, corporales, erótico-afectivas, inclusive históricas y culturales (hay que tener en cuenta que la noción misma de "mujer" es un constructo bastante reciente de la modernidad; no siempre las coordenadas del pensamiento occidental se estructuraron en la separación entre varones y mujeres, del mismo modo que, contemporáneamente, otras culturas no occidentales apuestan a una concepción más polimorfa y fluctuante (no dicotómica de los géneros, sexos y cuerpos).  
 
La activista femme-inista bollo queer, Ulrika Dahl, describe en "El baúl de los disfraces: un manifiesto femme-inista", lo que ella concibe como el punto de partida político del feminismo: "la base del feminismo (...) es la lucha por abrir posibilidades a lo que podemos llegar a ser. Hasta el punto de que cualquiera pueda llegar a ser libre, el proyecto debería ser que seamos libres para amar a quienes queramos, para definir nuestra propia sexualidad y deseo y nuestra propia identidad". Yo también adhiero a esa formulación de feminismos profusos, distintos, contradictorios también, pero que fundamentalmente abracen esa misma propuesta emancipatoria. Un feminismo circunscripto férreamente al sujeto (contigente, históricamente situado) "mujer" implicaría el silenciamiento criminal de experiencias, subjetividades y corporalidades concretas que no entran en esa categoría o no desean entrar o apuestan a estrategias políticas de identificación y desidentificación.
 
Creo que la idea de la CUDS de "un feminismo sin mujeres" no implica proscribir el acceso de las "mujeres" al feminismo, sino debatir (de manera juguetona, con un poco de ironía) con algunas "certezas" de los feminismos institucionales y tradicionales: ¿por qué la/s mujer/es? ¿qué entendemos por mujer/es? ¿qué implica hablar de mujer/es?; en un momento donde proliferan todo tipo de posibilidades (de identidades, cuerpos, etc.), ¿por qué a esos feminismos les es tan fácil etiquetar y describir la presencia de otr*s (lesbianas no mujeres y mujeres, trans, intersex, etc.) que "están allí, acompañan accesoria y temáticamente", pero se le ha olvidado el sano ejercicio de auto-interpelarse, de auto-pensarse, de auto-reformularse? ¿Por qué estamos tan segur*s de que toda subjetividad que desee abrazar el proyecto emancipatorio del feminismo, tenga que, necesite, quiera identificarse con el rótulo de "mujer" (¿formulado por quiénes?  ¿para quiénes? ¿desde dónde?)? Y en caso de que esta subjetividad no se identifique con esa categoría, ¿por qué pasa a ser un fichero simbólicamente archivado pero completamente perdido y tapado por otras "demandas, urgencias y necesidades" de la agencia feminista? ¿Un feminismo emancipatorio y no jerárquico debería establecer prioridades (que son, sin más ni menos, privilegios) para aquell*s sujetos que se consideren "mujeres" (lo que sea que eso signifique, porque naturalizar y dar por sentado que mi propia categoría identitaria no requiere de explicación mientras que otras sí, es una forma de violencia) en detrimento de otr*s que no?
 
En mi propia concepción de los feminismos, no sólo hay violencia de género como vos citás. El género es violencia misma. Me parece que el planteo de la CUDS implica pensarnos desde ese punto de partida, el de poner en escena de manera horizontal otras modalidades de violencia y otras posibilidades de liberación, desentendiéndonos del clásico sistema de prioridades y de protagonismos que promueven algunos feminismos tradicionales. Y para aquellas que nos identifiquemos como "mujeres", sería un llamado a pensarnos críticamente: "bueno, ¿por qué? ¿por qué nos elegimos políticamente -o nos pensamos o nos sentimos- como mujeres?". 


 


En el cartel de la CUDS hay una Venus de Milo. La ausencia de brazos es una de las características a la hora de figurarnos la famosa escultura (que en algún momento tuvo brazos, hay que decirlo), pero que, junto con la totalidad de la obra, remite paródicamente a esta idea estática, reificada, icónica de encarnación de la feminidad. Pero esta Venus es poderosa porque puede ser leída como la metáfora de una Venus (auto) re-construída, en proceso: las modalidades de percepción estéticas e históricas del patriarcado han naturalizado una Venus sin brazos como paradigma de la feminidad, las propuestas de feminismos queers apuestan a una Venus cyborgs que pueda responderle: "¿para qué quiero brazos si tengo protésis? (el bigote drag, el arnés y el dildo) ¿si puedo hacer de mi cuerpo lo que yo quiera, de todas las maneras posibles y el rato que tenga ganas?". Y esto no es pura nebulosa académica abstracta, es ni más ni menos, el hermosísimo stencil clásico feminista que pregona eso de "yo no soy lo que pensás, yo soy lo que quiero". Y un dildo definitivamente no es un falo. Un pene ni siquiera es un falo. Es un accesorio capaz de proporcionar placer(es) generosamente sin género (me dejé tentar por el juego de palabras), capaz de desmontar, armar y desarmar, situar en cualquier zona del cuerpo que querramos y en cualquier cuerpo que querramos. Creo que la dildo-fobia es la que mantiene viva la falo-cracia. Hablando mal y pronto, el pensar que todo lo que tenga determinada forma sea un falo, implica seguir pensando el mundo y a nosotr*s mism*s de manera falocéntrica: el falo es una amenaza que puede emerger de cualquier lado, hay falos en todas partes, etc. Un dildo es un falo si queremos que lo sea, pero también un dildo puede ser un brazo, un pie, una lengua, una esponja, etc.    
    
Wittig nunca habló de un mundo sin hombres ni mujeres (creo que ni siquiera habló de concebir un mundo), sino de que las lesbianas no son mujeres, porque en esta sociedad (históricamente situada), el ser mujeres se construye a partir de determinadas maneras relacionales, de determinadas modalidades de percepción y auto-percepción, bajo determinadas regulaciones sociales e institucionales y con determinados canónes estéticos. Las lesbianas subvierten drásticamente esos órdenes que se dan por sentado, al construirse otras posibilidades de existencia definitivamente al margen y autónomas de esos sistemas. Y es en esos sentidos, donde me parece interesantísima la propuesta de la CUDS, de poner el énfasis en las premisas emancipatorias de los feminismos, reactivando la pregunta clave que dio punto de partida a los feminismos constructivistas de Beauvoir a Butler: ¿por qué las mujeres? ¿qué son las mujeres? Esta deconstrucción crítica de la  "certeza mujer" me parece totalmente positiva porque no anula o no silencia a quienes continúen identificándose con ese rótulo, sino que impide toda naturalización/homogeneización/universalización y nos llama a un ejercicio de auto-interpelación y reflexión, que también es autoconstrucción constante.
 

No hay comentarios: